Según la OMS, “la obesidad infantil es uno de los problemas de salud pública más graves del siglo. Hay 42 millones de niños con sobrepeso y de todos ellos, 35 millones viven en países en desarrollo”.
Además del sedentarismo, la mala alimentación y la la comida chatarra son la causa fundamental de este problema. Lo malo es que con la comida basura, los chicos se llenan pero no se nutren porque este tipo de comida contiene altos niveles de grasas, sal, condimentos, harinas blancas y azúcares y muy pocas fibras, proteínas y vitaminas.
Claudio Esteve, presidente honorario de la Asociación Naturista de Buenos Aires (ANBA), cree que “los chicos están a merced, como nunca antes, de productos alimenticios muy industrializados, altamente calóricos, ricos en azúcares refinados, cloruro de sodio y grasas saturadas, tan adictivos como las drogas”.
Y agregó: “Es nuestra responsabilidad como padres exigir que no se ofrezcan más en escuelas, jardines de infantes y centros comerciales y de recreación. Y estimular la demanda de alimentos orgánicos para toda la población y a precios accesibles”.
Por eso, no hay que saltear las comidas (sobre todo no olvidarse de un buen desayuno), evitar los locales de comida rápida y los deliverys y cocinar o comprar comida que tengan los requerimientos indispensables para una buena alimentación infantil: comidas balanceadas y variadas que incluya lácteos, carnes rojas y sobre todo pescado, huevos, frutas, verduras y frutas secas que brindan fibras, proteínas, vitaminas y minerales.
A su vez, hay que impulsar el agua como la bebida ideal y en reemplazo de las gaseosas (sean o no “light”, porque una es rica en azúcar y la otra en sodio) proponer el juego de frutas frescas o, bien, agua.