El colecho significa que los niños compartan la cama con sus padres. En la actualidad, es uno de los temas sobre crianza que se puso de moda y que genera posiciones tanto en contra como a favor.
«Siempre y cuando sea una decisión de la pareja, el colecho es una práctica recomendable», opinó al respecto la licenciada Lorena Ruda. La especialista en maternidad y crianza, consultada por un site argentino, reconoció que compartir la cama «implica mayor comodidad para la mamá durante la lactancia, ya que la mujer descansa mejor y eso le permite mayor disponibilidad durante el día para responder a las demandas del bebé». Y también «le da a la mamá tranquilidad saber que su hijo está cerca para responder a su llamado».
Ruda enumeró cuáles son los beneficios para el bebé: -que su madre responda rápidamente a su llamado, lo que «le da seguridad y contención».
-«se siente acompañado y respetado en sus necesidades de alimento, brazos, calor, amor, lo cual favorece a la construcción de su autoestima en un futuro». -«permanecer cerca del calor de los padres, sentir los latidos, tener a su alcance el pecho materno brinda tranquilidad y calma».
Por otro lado, Liliana Moneta, médica psiquiatra, psicoanalista infantojuvenil y sexóloga clinica destacó las diferencias entre el colecho sistemático y ocasional. «A veces las mamás, y también los papás, presentan temores acerca de la vida de su hijo, y necesitan controlar su bienestar, o bien, el bebé o niño está enfermo, y la madre necesita mimarlo». Por eso, Moneta indicó que si esto se da en determinadas ocasiones el colecho no es perjudicial.
Además, Moneta alertó de que «muchas veces llegan padres a la consulta psicológica y psiquiátrica con niños con múltiples síntomas como enuresis, masturbación compulsiva, manifestaciones somáticas diversas e inespecíficas, que dan cuenta de que el colecho sistemático y prorrogado a edades tardías no es lo más beneficioso para los chicos».
Y no sólo eso. También la médica consideró que, en muchos casos, «conflictos de la pareja parental son sobrellevados metiendo a su hijo en la cama».
Quien se mostró totalmente en contra de esta práctica fue Felisa Lambersky, médica pediatra y psicoanalista de la Asociación Psiquiátrica Argentina: «Dormir con un adulto le incrementa al menor la excitación sexual y además entre los 3 y los 5 años, que es el momento del complejo de Edipo, es contraproducente. Y dormir con los padres hasta los dos o tres años afecta la salud mental y obstaculiza procesos de desarrollo«.
Lambersky resaltó que el colecho no no sólo no es bueno para el niño, «que también necesita su espacio y su intimidad», sino tampoco para los padres: «primero porque la pareja tiene que recuperar su intimidad y muchas veces el niño es usado como excusa para evitar el contacto».
En este sentido, Lambersky coincide con Moneta: «Suele ocurrir que la pareja lo usa como justificativo para no encontrar un espacio de intimidad, la cual siempre se puede articular, pero si hay bebé en el medio es contraproducente».
Por su parte, Ruda descató que «si la decisión de colechar fue consensuada y, posteriormente, la de pasarlo a su cuarto también lo es, entonces el mensaje será claro y bienentendido por el niño«. En caso contrario, «el niño quedará instalado en la cama grande, no porque el niño les tomó el tiempo o porque adoptó la ‘mala costumbre’, sino porque alguno de los integrantes de esa pareja prefiere que ese niño siga en esa cama, probablemente por algún motivo más inconsciente».
Por eso, Ruda concluyó que «la sexualidad de la pareja no debe estar afectada por colechar. La sexualidad de la pareja puede estar activa y desenvolverse de la misma manera que si el hijo durmiera en otro cuarto. Si usamos la imaginación y las ganas de encontrarnos con el otro, el colecho no debería afectar a la sexualidad«, remarcó la especialista.
Finalmente, el otro problema que surge de esta práctica es el momento y las dificultades que pueden acontecer en que el niño tenga que pasar a su propio cuarto.
Ruda destacó que «cuando llegue el momento indicado, decisión que será tomada por los papás y es particular en cada pareja, estos comenzarán a marcarle los límites y enseñarle su cuna o cama, le explicarán cuál es ahora el lugar de cada uno a la hora de dormir, el porqué y el cómo. El niño podrá aprender y le gustará dormir en su cuna/cama si se le ofrece como un lugar propio, agradable, en el cual, por ejemplo, puede elegir sus sábanas y todo lo que le quiera agregar para apropiarse de su lugar. Una vez tomada esta decisión, es importante hacer todos los días la misma rutina y tomarse el tiempo necesario para que el niño se adapte a esta nueva forma de irse a dormir».
Vos, ¿qué pensás? ¿Estás a favor o en contra y por qué?