Cuando terminan las clases y comienza el verano, los horarios se revolucionan. Los chicos no madrugan o duermen siesta si antes no lo hacían. Y volver a la normalidad y a “los horarios de siempre” cuando los meses de calor terminan, puede ser un tanto complicado. La rutina del año empieza de nuevo, la agenda de la semana se vuelve a llenar de horarios y obligaciones y a los chicos les cuesta reacomodarse.
Al respecto, los expertos indican que para evitar que los chicos sufran la adaptación al horario escolar es fundamental levantarlos 15 minutos más temprano cada día, diez días antes del inicio de clases. Este ejercicio de “calentamiento” no sólo evita posibles malhumores ni peleas mañaneras, también ayuda a ajustar el reloj biológico y a cuidar su salud.
Por un lado, lo ideal es pasar la mayor cantidad de tiempo posible con luz natural y solar durante el día. Salir a caminar, jugar en el parque, aprovechar, en síntesis, el día.
Por otro lado, durante la noche, es clave empezar a «apagar» todo más temprano, para ir bajando los estímulos sensoriales antes de que caiga el sol: el televisor, la computadora, los jueguitos, las tablets, los celulares.
A su vez, la hora para acostarse y descansar es una decisión que deben tomar los padres, no los hijos. Si el chico no quiere irse a dormir, hay que explicarles la importancia del descanso adecuado.