Caperucita roja, Pulgarcito, La Cenicienta, La Bella Durmiente, Peter Pan, son miles las historias tradicionales que fueron contadas (y/o leídas) y trasmitidas por generaciones y generaciones.
Son historias que siempre gustan, pasen los años que pasen. Historias plagadas de hadas, mundos mágicos, seres con poderes envidiables y finales felices… historias donde todo es posible, donde los malos sufre y los buenos viven felices para siempre, historias que encantan a grandes y a chicos.
Si bien en la vida no siempre se darán estas situaciones y muchas personas consideran que no es correcto enseñar a los chicos este tipo de historias, lo importante es que a través de ellas se transmiten valores y se crea toda una ilusión a través de ellas que es necesaria para un primer tiempo de la infancia, en donde los padres son los seres que los protegen y los cuidan y se hacen cargo de que todo esté bien y a salvo de cualquier mal.
Los especialistas en crecimiento y estimulación temprana consideran que los cuentos son necesarios para ayudar a desarrollar la estructuración subjetiva de ellos y que son necesarios para poder ayudar a que comprendan el mundo, a través de las vivencias y problemas contados en los libros infantiles.