La importancia de una buena y sana nutrición infantil es una noción moderna, reciente. Antes, los niños amamantados eran relativamente pocos y se utilizaba mucho la leche animal, por lo cual había altas tasas de desnutrición y mortalidad. La industrialización de la vida tampoco ayudó mucho, las mujeres comenzaron a trabajar y las leches “artificiales” fueron la opción más elegida para alimentar a sus hijos, ya que no tenían tiempo para amamantar y brindar leche materna.
En 1867, comenzó a venderse la primera fórmula infantil, desarrollada por el alemán Justus Von Liebig y rápidamente se popularizó en toda Europa. Según su creador, esta leche estaba compuesta por una combinación de ingredientes que le permitía producir un polvo que, agregado a la leche ya caliente, resultaba en un alimento «idéntico» a la leche materna.La fórmula consistía en harina de trigo, malta y bicarbonato de potasio.
En 1874, la fórmula original se mejoró y apareció la primera «leche artificial completa para alimentación infantil», compuesta por leche en polvo, harina de trigo, malta y azúcar.
En 1885, en los EE.UU. y en Alemania se logró obtener la composición exacta de la leche materna, lo que permitió tener información completa para desarrollar fórmulas comerciales. Así, se pudo determinar que la leche materna tiene un bajo porcentaje de proteínas (1,1 g/100 mL) en comparación con la leche de vaca (3,5 g/100 mL).
En esa misma época, comenzaron a venderse las mamaderas de vidrio y las tetinas de goma. En 1951 se lanzó a la venta la primera fórmula infantil líquida.
En la década de 1960, las fórmulas infantiles se fueron mejorando de acuerdo a los avances sobre la nutrición, como, por ejemplo, la incorporación de ácido láctico, lactosa, grasa, minerales y vitaminas.
En síntesis, con los avances científicos y técnicos, se logró elaborar productos que, si bien nunca lograrán reemplazar a la leche materna, permitieron contribuir a la reducción de la desnutrición.