La Organización Mundial de la Salud (OMS), y las entidades profesionales de pediatría y nutrición fomentan la lactancia materna exclusiva hasta los 6 meses de vida y luego acompañada con otros alimentos durante los primeros dos años de vida de un bebé. Sus numerosos beneficios nutricionales e inmunológicos son vitales para el desarrollo infantil.
Pero no siempre se logra este objetivo y las madres recurren a diferentes “tipos de leche”: de vaca, fortificada y las fórmulas infantiles. En nuestro país, el Ministerio de Salud de la Nación sugiere en primer lugar una fórmula de seguimiento, luego la leche entera de vaca en polvo fortificada y en tercer lugar la leche fluida sin fortificar. ¿En qué se diferencian estas sustancias?
Las fórmulas infantiles tienen ventajas como fuente de hierro en relación a la leche fortificada, ya que algunos de sus componentes interfieren en la absorción. Sin embargo, la leche fortificada, cuando se diluye, tiene una menor concentración de ácido ascórbico (un importante facilitador de la absorción de hierro) que las fórmulas infantiles, de acuerdo a un artículo publicado en nutricioninfantil.com.ar.
Por su parte, la composición nutricional de la leche de vaca se caracteriza por sus diferencias principales en el aporte de proteínas (más elevado y con base en la caseína); la composición de los hidratos de carbono (oligosacáridos presentes en cantidades importantes en la leche materna); las grasas; la menor concentración de hierro; el mayor contenido de calcio y el menor contenido de vitamina A. Las fórmulas infantiles tienen menor contenido de calcio y fósforo que la leche de vaca, pero una relación entre ellos superior.
En resumen: las fórmulas infantiles, en primer lugar, y las leches fortificadas, en segundo, aparecen como las mejores opciones. En tanto, la leche de vaca no debería introducirse antes del año.