El primer año de vida es una etapa de crecimiento increíblemente rápido para los bebés. Por eso es importante que, durante este proceso, el bebé reciba la mayor cantidad de beneficios y estímulos para el desarrollo de todo su potencial.
Por eso, es recomendable amamantar al bebé exclusivamente durante los primeros 6 meses, y luego hacerlo durante el primer año para no sólo por las cualidades del alimento que implica la leche materna sino también para que el niño reciba el estímulo de todo lo que implica ser amamantado, teniendo en cuenta, a su vez, que la masticación no ofrece a esa edad una actividad muscular adecuada.
Además, la lactancia es un factor importante para el crecimiento facial armónico del bebé, debido a la cantidad de músculos que se ponen en acción y a la potencia de esa acción muscular.
Además, el trabajo muscular requerido para realizar la extracción de la leche va a tener un impacto sobre el crecimiento y desarrollo de la mandíbula y de los huesos sobre los que se insertan los músculos. Es decir que la maduración neurofuncional dependerá también del desarrollo de todo el macizo facial.
En cambio, con el uso de la mamadera se ponen en funcionamiento mecanismos totalmente diferentes: un modo de succión caracterizado por la actividad lingual y mandibular muy diferente, que varía en función de la mamadera utilizada (consistencia, densidad, perforaciones…), y conlleva un trabajo muscular mucho menor y sobre los cuales el bebé casi no puede intervenir (que la mamadera esté vertical, la entrada de aire, etc). En relación al poco trabajo muscular requerido, el desarrollo morfológico y funcional de la mandíbula inferior será diferente. Evaluar con precisión su impacto será una cuestión que determinará el médico.
Por todo esto, recordá que la lactancia tiene cada vez más mayor importancia: el período durante el cual se practique es un período vital de crecimiento y desarrollo en amplio sentido.