Para los humanos, la leche es el alimento por excelencia durante los primeros seis meses de su vida y constituye el pilar de su alimentación hasta el año de vida. Sin embargo, según estadísticas internacionales, entre el 2% y el 3% de la población pediátrica desarrolla alergia a la proteína de leche de vaca en su primer año de vida.
Si bien esta prevalencia luego disminuye y es menor al 1% en chicos de 6 años o más, los médicos resaltan la importancia de un diagnóstico correcto y temprano, ya que los diagnósticos erróneos pueden poner en riesgo nutricional innecesario a los niños, además de modificar sus hábitos alimentarios.
De acuerdo a la Sociedad Argentina de Pediatría, la alergia a la proteína de leche de vaca constituye la forma de alergia alimentaria más frecuente en los primeros meses de la vida y se trata de una reacción de hipersensibilidad iniciada por un mecanismo inmunológico específico ante la presencia de un antígeno alimentario (en este caso, de la proteína de la leche de vaca).
La alergia a la proteína de leche de vaca puede producir una variada gama de síntomas de diversa intensidad: como la dermatitis atópica y problemas gastrointestinales y pueden ser inmediatos (aparecen desde escasos minutos hasta dos horas después de la exposición al alérgeno) o retardados (se manifiestan luego de 48 horas o hasta una semana posterior a la ingesta).
Además, la Sociedad Argentina de Pediatría indica que el grado de riesgo de padecer alergia a la proteína de leche de vaca en los niños es definido de acuerdo a los antecedentes familiares. Por eso, ante la sospecha de una alergia alimentaria, se recomienda realizar una historia clínica con énfasis en los antecedentes familiares y un examen físico que permita un adecuado proceso diagnóstico, para indicar el tratamiento específico a quien corresponda y evitar así restricciones nutricionales injustificadas y complicaciones innecesarias.
El tratamiento general para esta alergia consiste en eliminar de la dieta todos alimentos con proteína entera de leche de vaca para evitar la exposición al alérgeno, lo que produce una alteración nutricional que puede provocar en el niño en una etapa de rápido crecimiento y de gran vulnerabilidad. En la actualidad, existen alternativas hipoalergénicas para aquellos chicos alimentados con fórmulas infantiles y que en el caso de los bebés amamantados alcanza con que sus madres eviten consumir productos lácteos.
Finalmente, es importante aclarar que la mayoría de los niños adquiere tolerancia luego de 1-2 años de tratamiento específico y por experiencias clínicas se conoce que el 95% de ellos lo logran a los 3 años.