Por medio del juego, sea con hermanos, amiguitos o los padres, los niños se permiten elaborar fantasías, sentimientos, temores, deseos e inquietudes. Las experiencias lúcidas permiten aprender y desarrollarse, probar, equivocarse. Y durante la primera infancia es el período donde se aprende y se desarrolla más rápidamente, por lo que resulta necesario que los niños, además de ser bien alimentados y cuidados, sean bien estimulados para potenciar sus habilidades y capacidades, lo que influirá por el resto de la vida.
Para entender la importancia del juego, se lo puede pensar como la mediación entre el mundo de la fantasía y la realidad. Así, a través del juego los niños expresan y experimentan sus inquietudes, ideas, sentimientos y deseos, crean realidades para vivirlas sin tener miedo a equivocarse y probar roles distintos (jugando a ser “el papá” o “la mamá”, a ser “el médico”, “la maestra”, etc).
Es más que recomendable, entonces, impulsar y propiciar el juego en los niños (¡y con los niños! Involucrarse y jugar con ellos también), ya que tiene una influencia directa en la constitución subjetiva del niño. Dentro de esta lógica, los papás deben acompañar a sus hijos y facilitarles las herramientas necesarias para lograr esta exploración y adaptación a su entorno.
De acuerdo a un estudio realizado por el Centro de Estudios Avanzados en Niñez y Juventud, desde la perspectica evolutiva, para alcanzar su mayor grado de madurez y capacidad los niños deben pasar por etapas o estadios que le van dotando de habilidades cada vez más especializadas y complejas; y el juego es indispensable en todo ello. Desde la psicología sociocontruccionista, los niños crean y resignifican el mundo, configuran sus maneras de ser y atravesan los procesos de individuación y socialización.
Las autoras de ese informe -Sara Victoria Alvarado, Jhoana Alexandra Patiño y María Camila Ospina, todas doctoras en Ciencias Sociales- indican, además, que el juego actúa como ámbito privilegiado del proceso de socialización en dos niveles: el cognitivo y afectivo, el relacional y comunicativo. A nivel cognitivo, mediate el juego se puede advertir problemas, buscar soluciones, tomar decisiones y lograr la representación simbólica, es decir, permite explicar el mundo, tomar distancia y recrearlo.
A nivel afectivo, relacional y comunicacional, la experiencia de enfrentarse por sí solos con la complejidad del mundo, en el juego permite comprender amigos, objetos, reglas, espacios y tiempos.
Así, el juego tiene un fuerte potencial de socialización por su carácter de placer, genera satisfacción emocional, confianza y seguridad.